Placa-placa
Pequeño cine estudio sobre el periodismo constructivo
Que el enfermizo y esquizofrénico proceso de cambio que
vivimos actualmente nos devuelve a un
relato de libro de texto –con lomo y sin ejercicios que rellenar- no se le
escapa a nadie. A unos –los menos- y a otros –los más- nos pilla con el pie
cambiado. Cuando a F. Fukuyama se le llenaba la boca con el polvorón del
mercado y farfullaba “vivimos el fin de la historia” los prestigiosos lobeznos
de la izquierdita rebuscaban entre páginas llenas de sonrisas algún dato
elocuente macroeconómico que le llevase al japo la contraria. Un siervo, como
el que suscribe, también se dejo llevar por el discurso polemicista. Admito la
mayor.
Pero, ¡Ay!, si hasta el más salvaje hubiese firmado –en este
first world- un empate técnico, a los puntos, un no lugar sembrado de alegrías
tecno-cotizantes, banco-gentiles y democracias de tapadillo, con sus defectos,
sí, pero es que “este es el mejor de los males conocidos”. ¡Hasta la democracia se permite el
lujo asiático de permitirse antisistemas entre sus paniaguados! –mientras no haya daños
materiales-.
Pues una vez más, el pobre japo, como la paloma, se
equivocaaaaba. Y no han sido los sesudos del MIT o las infantes que prefieren
vestir zapatillas de esparto antes que unas nike –que mira que son cómodas ¿cómo
lo harán los chinos?-. No, han sido sus amigotes de cena de beneficencia
quienes realmente se han preguntado, ¿Cómo lo harán los chinos?
Y en esas estamos, de vuelta a un capitalismo de estado, muy
a la maoísta. Muy al estilo familia feliz que canta, cual enanito del
cuento: hei-ho-hei-ho… Aunque para ello
haya que dejarlos a todos a los pies de los caballos de la miseria para que,
después, solo coman lentejas. -Ellos, ¡que se habían montado en Audi! -Pero el plan abarca muchos frentes y diferentes estrategias.
En este humilde post vamos a poner el lomo para referirnos a uno de los
im-placa-bles detalles. Los cuerpos de seguridad del Estado. Bien sabido, y así
se refirió Weber, que el estado, cableado por la comúnmente conocida como
policía, conserve el monopolio de la violencia. Pero para que el ciudadano no
sea molido a palos impunemente, se impone, en nuestro caso algún colchón de
latex, para que duerma mejor:
“…Cuando vistan uniforme,
portarán obligatoriamente la placa-emblema, con indicación del número de
identificación personal, en el pecho, por encima del bolsillo superior derecho
de la prenda de uniformidad, igualmente, llevarán las divisas de la
categoría a la
que pertenezcan, en las hombreras de la prenda superior y en la prenda de
cabeza, así como, en su caso, en el lugar específico que para otras prendas se
determine en la normativa de uniformidad.”
si no te lo crees, lo ves: Policía.es
Gracias a esta
matización y a las consignas del estado moderno, los ciudadanos consiguen que las
disputas entre Montoyas y Tarantos no sean un relato estilo “puerto hurraco” en
cada telediario y por otro lado que si a algún monopoly de la violencia se le calienta la porra uno afine la vista
y le “coja la placa”.
Pues como táctica para
que cunda el ejemplo de retirada entre los pancartistas
de la indignación, vamos a cargar de razones a los lecheros para que no se
anden con entresijos oscuros de la legalidad. Ahora, el estilo de primavera incluye
entre la policía una tendencia a la robocotización.
Esta novedad introduce perder la figura –hace gordo- y también la placa, que,
claro, situada sobre el corpiño, queda feo.
Uno de los
inconvenientes de este futuro del futuro es que la tecnología, nos convierte a
los más comunes de los mortales en insignes periodistas. En la disciplina
impuesta por la novedad móvil se incluye la cámara. Y el aparato se usa con
total impunidad por una masa que tiene el lomo hundido pero que ha sabido
enarbolar el himno de Public Enemy: “Don´t believe da’hype”. Nota del autor: "No
te creas el rollo". Y, aunque lejos de facultades y masters del universo –me evitaré
el discurso del periodismo democrático- los muy tunos denuncian, plano sobre
plano, como se las gastan los monopolistas. Así, cualquiera.
Este video, sirva como
botón, -y ya me pongo serio- pretende
denunciar una táctica que se vuelve habitual entre aquellos que tienen entre
sus múltiples funciones, reprimir. Y es que, repartir estopa sin la
correspondiente identificación está feo. El periodismo social pretende
construir un discurso alternativo para que, a través de él, el ciudadano
transforme la realidad. En este caso, se exija el cumplimento de las leyes,
para que juguemos todos en las mismas condiciones. Y el discurso cala. Gracias
a prácticas como estas, la ciudadanía dirige su mirada hacia sus derechos, en
este caso, para que, cuando se coloque frente a un miembro de las fuerzas de
seguridad del estado, exija, como es su deber, llevar la placa identificativa.
¡Se identifiquen, coño!
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